martes, 30 de junio de 2009

Las TIC en la educación...

Allá por los comienzos de los ´80 comenzaron a publicarse libros sobre Pedagogía de la Comunicación, toda una revolución, si se quiere pensar en momentos muy difíciles de nuestra historia como pais...Ahora ya en le 2009 surge con mucha fuerza aquel concepto y es Daniel Prieto Castillo quien lo desarrolla en la siguiente entrevista que quiero compartir...


Daniel Prieto Castillo, especialista en Educación y Comunicación

“Las instituciones educativas no aceptan la pedagogía de la comunicación”

Daniel Prieto Castillo, especialista en Educación y Comunicación, profesor titular de la Universidad Nacional de Cuyo en las cátedras de Pedagogía y Educación a Distancia, y Director de la Especialización en Pedagogía de esa casa de estudios. Hace más de 20 años que forma docentes y comunicadores en toda Latinoamérica. Ha publicado numerosos libros y realizado investigaciones.
En esta entrevista con EducaRed habla de la comunicación en educación, cambiando el viejo paradigma de comunicación y educación. Cómo cuidar la comunicación y aprovecharla para el sistema educativo. Las brechas en el sistema educativo. Dice que el mundo digital “es todavía una inmensa experiencia humana que no alcanzamos a dimensionar y mucho menos a manejar”. Y sostiene que el sistema educativo hay que refundarlo “con la gente y en el día a día”.
EducaRed: ¿Qué significa la comunicación en las diversas situaciones e instancias de la educación?
Daniel Prieto Castillo: Desde fines de los años ‘50 comenzó a utilizarse en la región la expresión “comunicación educativa”, a la que siguieron otras como “comunicación y educación”, “pedagogía de la comunicación”, “educación para los medios”, “comunicación y lectura crítica de mensajes educativos”, educomunicación… De una manera u otra participé, desde mediados de los `60, en todos los movimientos que las promovieron. A raíz de la experiencia que con Francisco Gutiérrez Pérez tuvimos en Guatemala con la producción de materiales de educación a distancia, de la cual nació la propuesta de la mediación pedagógica, tal como nosotros la entendemos, creamos el esquema de las instancias de aprendizaje en la educación formal. En dicho ámbito se aprende con la institución, el educador, los materiales, medios y tecnologías, el grupo, el contexto y consigo mismo. Ese esquema lo utilizábamos ya a comienzos de los `90 y fue sobre él que pensé en la necesidad de dar un paso más en esta relación entre comunicación y educación, sólo que cambiando la conjunción “y” por la preposición “en”. Hacia el 97 escribí el libro La comunicación en la educación, remarcando esa preposición. El esquema de las instancias me facilitó el trabajo dentro del propósito de no dejar nada afuera: si se aprende con ellas, en todas hay una vertiente comunicacional, que no deberíamos obviar como educadores y estudiantes. Esto me permitió además evitar lo que hemos llamado el “imperialismo comunicacional”, en el sentido de la pretensión de que todo es comunicación. Estamos en el universo de la educación, de los juegos de aprendizaje, veamos qué sucede en ellos con lo comunicacional. Hablamos desde y en la educación y no a partir de la comunicación que vendría a tomar a aquélla como una variable dependiente.
ER: Usted dice que alumnos y docentes construyen cotidianamente saberes y prácticas desde la comunicación. ¿Este proceso es aprovechado por el sistema?
DPC: La comunicación es una sensible, delgada, delicada trama que necesitamos cuidar mucho para lograr su fortalecimiento. En una institución la misma se daña con mucha facilidad, no por no saber hablar o por no tener un almacén de recursos de retórica. El daño se produce, por ejemplo, a causa de la presencia de una personalidad autoritaria al frente del poder, por pequeñas o grandes intrigas, por intentos de imponer un único punto de vista. Es entonces cuando surgen las comunicaciones defensivas, se ha roto la confianza y todo se llena de rumores, de susurros. Desde esta mirada el sistema es más destructor de comunicación que productor de la misma, lo que no significa pintar un infierno en cada establecimiento. Cuando hay climas de libertad, de mutua confianza, de respeto por la expresión, se van construyendo esos saberes y prácticas, no como un resultado directo de la comunicación, sino porque ésta no es atacada. No me consta que el sistema educativo aprenda de sí mismo, de esas maravillosas experiencias humanas presentes en cualquier parte del país; no me consta una promoción sistemática, abierta a todas las y los educadores, para que puedan otros centros educativos aprender de procesos logrados de comunicación.
ER: ¿Cuáles son las brechas de la comunicación en la educación en Argentina?
DPC: Algo dije sobre esto en la pregunta anterior. Si uno analiza la punta de la pirámide del sistema, en el sentido de aquello a lo que se atribuye mayor peso por la investigación y la formación de profesionales, se encuentra con una institución, la universidad, que estructuralmente está organizada para dificultar la comunicación: cátedras con escasa o nula comunicación entre ellas, carreras aisladas unas de otras, facultades separadas no sólo por edificios, sino por maneras diferentes de concebir el aprendizaje; enormes carencias de relación con la comunidad a la que se deben… La vieja estructura y el viejo discurso universitarios, vigentes en buena parte del país, no nacieron para fomentar la comunicación. En otros espacios del sistema, como en la educación superior en general, hay fuertes huellas de aquéllos, aunque puede apreciarse diferencias debido a lo que permiten organizaciones más pequeñas y de más reciente creación.
ER: ¿Las nuevas tecnologías calman las ansias de comunicación y aprendizaje de nuestra sociedad?
DPC: Si uno le pide al buscador google la palabra tutorial, en unos 20 segundos dispara alrededor de 164.000.000 de sitios. Ante semejante cifra cabe trabajar por hipótesis: supongamos que la mitad de ella está dedicada a informar sobre cuestiones teóricas, metodológicas, de lo que significa la tutoría; nos quedan 82.000.000 de sitios que, en español o en inglés, ofrecen cursos para estudio independiente, llamados “tutoriales”. Hace poco más de diez años nada de eso existía. El sistema educativo formal ha perdido en ese tiempo, y el proceso no hará más que profundizarse, el monopolio de la educación, porque vivimos un estallido de oportunidad de aprendizaje a través de la educación no formal que, insisto, continuará creciendo. Hay amigos, como Francisco Gutiérrez, que le dan pocos años al sistema formal, lo cierto es que todo marcha en aquella dirección. El mundo digital es todavía una inmensa experiencia humana que no alcanzamos a dimensionar y mucho menos a manejar. La gente, yo mismo, se acerca a esos medios primero para comunicarse. Si trabajo en Internet dos o tres horas diarias, más de la mitad de ese tiempo lo dedico a comunicarme y a gozar con la comunicación. También aprendo, y mucho, pero lo primero es comunicarme. Lo cierto es que para quienes tienen acceso a la red, la educación no formal y la informal han pasado a ser el centro de sus aprendizajes.
ER: ¿Promueven las instituciones educativas el camino hacia una sociedad de la información?
DPC: En nuestro país no. Respondo de ese modo aún cuando no desconozco muchas propuestas orientadas hacia ese tipo de sociedad. Pero con ellas (más computadoras, más redes, más oportunidades de conexión…) no se avanza hacia una sociedad de ese tipo. Primero, porque en las universidades del estado, para seguir con el ejemplo, entre el 85 y el 90 por ciento del presupuesto se va en pago a los salarios, queda el resto para todo lo demás (investigar, comunicar a la sociedad, desarrollar experiencias para impulsar ese tipo de sociedad..). Segundo, porque no está muy claro qué hacer con las tecnologías digitales. En los `90 se repitió el mismo fenómeno de los `60: la compra de equipos transformaría como por magia la educación, y no sólo la formal, sino también la no formal a través de los CTC (centros tecnológicos comunitarios), todo lo cual resultó otra vez un muy buen negocio para los países industrializados. Tercero porque la revolución de los aprendizajes necesarios para apuntar a una sociedad de la información comienzan por los docentes, y en eso nos quedamos a medio camino en la anterior reforma, cuando ya no hubo dinero para continuar la capacitación.
ER: ¿Hay una pedagogía de la comunicación y la educación adaptada a la realidad de nuestra sociedad?
DPC: No. No la hay porque nunca se intentó trabajar desde ella. Veamos algunas raíces: Francisco Gutiérrez publicó a comienzos de los `70 su libro El lenguaje total, una pedagogía de los medios de comunicación, que significó una invitación a invertir el uso de los medios analógicos de entonces, para que pasaran a manos de las y los estudiantes. Con esa filosofía de base, abrió en una universidad de Costa Rica el ILPEC, Instituto Latinoamericano de Pedagogía de la Comunicación, que duró en la institución lo que duran estas iniciativas dirigidas a subvertir viejos órdenes y viejos discursos. Las experiencias más logradas de mi amigo se produjeron fuera de la universidad, en el plano de la educación popular, no formal por lo tanto. El Instituto continúa hasta el presente, pero por voluntad del equipo que lo sostiene y no porque la universidades se disputen entre ellas para tenerlo. Las instituciones educativas tradicionales no están diseñadas para aceptar e impulsar proyectos centrados en la pedagogía de la comunicación. Cuando se hacen propuestas innovadoras, que no son para nada escasas en nuestra región y en nuestro país, se trabaja a contraviento de lo que sopla en las estructuras escolares y en las del nivel superior.
ER: En un reportaje que le hizo Washington Uranga en Página 1, usted habla de “refundar el sistema educativo”. ¿Cómo se logra en la práctica, en el día a día?
DPC: El primer pilar es la gente. No se puede refundar el sistema educativo en contra de los protagonistas del sistema educativo. Hay una enorme cantidad de experiencias que hay que rescatar, que hay que destacar, que reconocer. No se puede crear algo sobre la base de campo arrasado, diciendo que la gente está totalmente equivocada. Ya sabemos que nadie está totalmente equivocado. Este es un punto fundamental. Cuando digo la gente estoy hablando de los docentes, que son actores permanentes del sistema…
El día a día significa, digo ahora, un reconocimiento de la dignidad de nuestro trabajo, que incluye salarios porque nadie se construye como educador o educadora a base de limosnas, basada en un buen trato institucional y social. Hemos sido sometidos durante demasiado tiempo a un maltrato continuo que termina por minar la autoestima, el entusiasmo, las vocaciones. No se puede refundar nada sin seres felices con su tarea. El día a día representa el espacio de la mayor transformación a la que debería aspirarse para volver a colocar la educación en el centro de la sociedad. Tamaña empresa no se logra con tecnologías, ni con reformas desde la cúpula. Se logra en una relación entre seres humanos que sienten, y lo aprecian en el día a día, que la sociedad toda, y de manera especial su clase política, han decidido tomarse en serio todo lo dicho en torno a la importancia de la educación. Pasa aquí a primer plano la comunicación en la educación: volver a tejer la trama comunicacional, la trama humana de nuestro sistema, no será tarea sencilla, pero la presencia de experiencias pedagógicas riquísimas en creación, en convivencia y en interaprendizaje muestran que en el mismo sistema está parte de la clave. No se puede refundar nada sin aprender de uno mismo, y ese “uno mismo” se expresa en las muchas experiencias pedagógicas decisivas (para la vida de los educadores y de los estudiantes) que existen en nuestro país.
Fuente: http://www.educared.org.ar/

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